Título: El Cristo de Bañares |
La leyenda del Cristo de Bañares es muy conocida en el Valle del Oja y explica el por qué de la peregrinación de los fieles de Bañares hasta la ermita de Tresfuentes en Valgañón. La leyenda nos la detalla, JJ Bautista Merino Urrutia, quien fuera gran conocedor de las tradiciones de esta comarca altoriojana:
«En época muy arcaica las autoridades y vecinos de Bañares encargaron a un escultor de Burgos la talla de un Cristo para su iglesia. Concluido el trabajo se tenía que transportar la escultura desde la capital burgalesa al citado pueblo, de lo cual se encargaron varios vecinos utilizando sus caballerías, único medio de transporte en aquella época. Puesta la talla sobre una de las bestias, siguieron el largo camino de Burgos al pueblo de destino. Ya cerca de Valgañón, era punto de paso el santuario de Nuestra Señora de Tresfuentes, que ya conoce el lector. Al pasar delante con la preciosa talla notaron con extrañeza los conductores que las caballerías se pararon y que, a pesar de los esfuerzos que hicieron arreándolas, fue imposible hacerlas pasar del santuario.
Ante tal extraño hecho, los vecinos que llevaban las riendas bajaron el Cristo de la caballería y lo dejaron delante del santuario, y con extrañeza observaron que todas ellas empezaron a andar hacia su pueblo. No obstante, quisieron probar otra vez y volvieron a cargar el Cristo para seguir el camino, pero se repitió la negativa de los animales a proseguirlo, y visto lo cual aceptaron por designio divino lo que ocurría; desmontaron el Cristo de la bestia y 10 metieron al santuario, dejándolo para siempre expuesto en él a la veneración de los devotos.
Aún se sigue conociendo con el nombre de Cristo de Bañares la romería que todos los años, el día 28 de abril, hacen las autoridades eclesiásticas y civiles de dicho pueblo, que con buen número de romeros suben a postrarse ante la famosa y tradicional imagen, que sigue venerándose en el santuario de Tresfuentes de Valgañón».
(José Joaquín Bautista Merino Urrutia, El río Oja y su comarca, Diputación de Logroño, 1968, página 250).
Es uno de tantos santos -y vírgenes- riojanos que se hicieron «pesados» al intentar desplazarlos de lugar. El primero al que le ocurrió esto en nuestra tierra fue a San Millán cuando el rey García de Nájera quiso trasladar su cuerpo desde el monasterio de Suso hasta Nájera. Los bueyes que lo portaban apenas pudieron avanzar medio kilómetro quedándose en lo que desde entonces es el actual monasterio de Yuso.
La leyenda emilianense fue escrita -y seguramente inventada- por un monje del siglo XIII llamado Fernando y la conocemos gracias a una traducción al castellano del siglo XV que se conserva en la Real Academia de la Historia. Lo maravilloso del asunto debió calar en el imaginario colectivo de la religiosidad popular riojana hasta el punto de que el mismo tema se ha repetido con otras imágenes sagradas, tal es el caso del Cristo de Bañares.
El nombre original de la talla fue el de Santo Cristo de la Vera Cruz pero ya a finales del siglo XVII la leyenda había impregnado la fe popular:
«El 15 de agosto de 1680, Isabel López, viuda de José de Perella, expresa en testamento su voluntad de ser enterrada ‘en la parroquia de Nuestra Señora de Tresfuentes, enfrente del Santo Cristo de la Vera Cruz, vulgo de Bañares’.»
(Germán Miguel de los Santos González Untoria, Santa María de Tresfuentes. Aportaciones a la historia de Valgañón, edición del autor, Logroño, página 66.)
Bibliografía:
- Nicolás Asensio Jiménez, Libro de la traslación y milagros de san Millán, Logroño, Ediciones Emilianenses, 2016.