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Título: El hueso cantor III |
La cruz de Caravaca o de la Caravaca era el remedio que iba a curar a un rey enfermo. Éste mandó a sus dos hijos a buscarla. Mientras el mayor no hizo caso al duendecillo que le iba a indicar dónde se hallaba, el menor sí le hizo y la encontró en una mata de flores. Cuando vuelven a reunirse, el mayor de los hermanos, lleno de envidia, le roba la cruz al pequeño y lo mata. El mal hermano lleva la cruz a su padre y éste se cura. Pero en el lugar donde estaba enterrado el pequeño creció un cañaveral y al tiempo pasó un pastorcillo que arrancó una caña y se hizo una flauta. La flauta delató al asesino:
Pastorcito, tócame bien
que mi hermano me mató
por la cruz de la Caravaca
que en el monte me la quitó.
Sorprendido, el pastor le llevó la flauta al rey, éste la tocó y la flauta habló:
Padre mío, tócame bien
que mi hermano me mató
por la cruz de la Caravaca
que en el monte me la quitó.
El asesino se negó a tocar la flauta porque sabía que ésta lo iba a delatar pero ante la presión de su padre no tuvo más remedio que tocarla:
Hermanito, tócame bien
que tú mismo me mataste
por la cruz de la Caravaca
que en el monte me la quitaste.
El hermano pequeño no resucitó pero el rey castigó duramente a su hijo mayor.
Colorín, colorado,
este cuento se ha acabado,
mira como corre un ratón
por aquel tejado.
En los últimos años venimos diciendo que cada vez es más difícil encontrar en la tradición oral moderna cuentos de tipo mágico. Sin embargo ésta y otras sorpresas, como el cuento del dragón de las siete cabezas contado por la misma informante, nos animan a seguir indagando en la memoria de los riojanos con el fin de sacar a la luz estas valiosas reliquias.
Bibliografía:
- Javier Asensio García, Cuentos riojanos de tradición oral, Piedra de Rayo, Logroño, 2004.