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Ambas Aguas

El 17 de enero, San Antonio Abad, se celebraba la fiesta en honor del santo protector de los animales. El mayordomo era elegido a “reo vecinal”.

Monaguillos y niños celebraban Santa Águeda el día cinco de febrero.

Las fiestas patronales eran el día de San Juan, con subasta de roscos. Se plantaba un árbol mayo, un chopo, en el que se colgaba un rosco.

Siguiendo la costumbre habitual en los pueblos limítrofes de la provincia de Soria, los mozos de Ambas Aguas exigían un impuesto al novio que no siendo de la localidad se casaba con una chica del pueblo.

A la entrada del pueblo se encuentra la ermita del Santo Cristo, lugar al que acudían muchos peregrinos de La Rioja Baja, Navarra y Soria para que el cura del lugar les leyera los conjuros y de este modo ahuyentara los males que le afectaban a él, su familia, propiedades y ganado.

El retablo y la imagen del Santo Cristo amarrado a la columna fueron tallados en el año 1644 por un escultor de Soria, un año después de terminada la construcción de la ermita, cuyas obras habían comenzado en el año 1640.

La primera mención que tenemos sobre el poder de la imagen para conjurar algún mal genérico data del año 1693 cuando los campos de la localidad navarra de Mendavia se vieron afectados de dos plagas, el cuquillo y la gardana, y tras haber sacado en procesión a la Virgen de Legarda y bendecido los campos con el agua de San Gregorio ostiense, se vieron en la necesidad de llamar al sacerdote de Ambasguas para proteger las viñas, que el año anterior habían perdido. Así nos lo explica una historiadora local:

“Cluquillo: Cuquillo, epidemia de orugas en las viñas tan grave que en 1692 anotan que con la plaga se han perdido.
1693. 32 reales de limosna al capellán de la Basílica del Santo Cristo de Murillo de Entrambasaguas, que vino a conjurar la plaga de la gardana y cuquillo que perseguía las viñas. Ya se habían celebrado dos misas por esta causa a las que acudió la mayor parte del pueblo y se había traído el agua de San Gregorio, como cada año.»
(María Inés Sainz Albero, «Vocabulario documental de Mendavia (I)» en Fontes linguae vasconum: Studia et documenta, Año nº 31, Nº 81, 1999, págs. 309-336, página 321).

Sobre el devenir de la imagen nos cuentan quienes fueron párrocos de Ambas Aguas lo siguiente:

“Cuenta también la tradición que durante la guerra de los franceses en el 1808, para evitar que estos se la llevasen y profanaran, ocultaron los honrados vecinos de Ambas Aguas esta sagrada imagen en una cueva sita en el término denominado Huerto del Santo, enfrente de otro término llamado Las Llecas. La ermita del Santo Cristo sigue en pie y está en buen estado, pero la imagen de Cristo amarrado a la columna se llevó hace tiempo a la iglesia de la población más cercana, Muro de Aguas.”

Los vecinos de Muro y Ambas Aguas acudían a la ermita en romería dos veces al año, en mayo y en septiembre. En la romería del 3 de mayo, fiesta de la exaltación de la Santa Cruz, el ayuntamiento de Muro de Aguas ofrecía a los fieles vino y un huevo duro:

“Este día, como cosa típica y tradicional, es el reparto de huevos y vino. A cada niño y niña de las escuelas de Muro de Aguas y Ambas Aguas, se les entrega un huevo cocido; y a los que han ayudado o cantado la misa o llevado insignias en la procesión, también; y si estos tienen la edad escolar, se les da otro huevo más.
El municipio en pleno, los sacerdotes, maestros y maestras se reúnen en una habitación de la Casa Hospedería a tomar el huevo cocido, pan y vino. El vino se da gratis a todo el que quiere beber. El gasto de huevos y vino lo paga el municipio de Muro de Aguas.”

(Francisco Sánchez Velasco y Nicasio Herce Ezquerro, párrocos, Notas históricas y novena al Santísimo Cristo de Ambas Aguas, Imprenta viuda de Ochoa, Logroño, 1949, página 11)

El 26 septiembre acudían –y aún acuden– gentes de Calahorra, Arnedo y de los pueblos navarros y riojanos ribereños del Ebro. Los romeros solían llevarse como amuleto las piritas, esas piedras de hierro de caprichosas formas geométricas que tanto abundan a la entrada de Ambas Aguas.

Desde las tierras sorianas de San Pedro Manrique, Yanguas y Almarza también acudían a Ambas Aguas a visitar la imagen de un Cristo del que se cuentan muchos milagros que rayan en la superstición: prodigios obrados en la distancia justo cuando el romero llega a la ermita; cura de enfermedades haciendo pasar una prenda de la persona enferma por la efigie, siempre que esa prenda la llevase puesta durante nueve días; o la sanación mediante el contacto con el aceite de la lámpara que iluminaba la talla de madera.

Bajando la Cuesta Andorra, desde Enciso a Ambas Aguas. Revista Estampa, año 7, nº 318, Madrid, 10 de febrero de 1934, página 7.

Las personas que se creían afectadas por el aojamiento acudían a la ermita para que el Santo Cristo les curase ese mal moral. En el ritual participaba el sacerdote de Ambas Aguas, encargado de leer los conjuros, que no eran otra cosa que las hojas de un libro con oraciones en latín.

El sacerdote llega a la ermita del Santo Cristo para leer los conjuros. Revista Estampa, obra citada, página 8.

Quienes acudían al amparo del Santo Cristo por tener su ganado aojado o enfermizo llevaban objetos propios de esos animales como crines de caballo, lana de oveja, cencerros, pienso y, sobre todo, sal, con la esperanza de que de vuelta a sus casas y en contacto con los animales se curasen. La sal bendecida y bien mezclada con el pienso o el forraje de las caballerías curaba muchas enfermedades. Los más incrédulos de la comarca hacían hincapié en lo segundo, en alimentar bien al ganado: con buena cantidad de pienso se acababan todos los males.

El «endemoniado» rezando con los brazos en cruz ante la imagen de Cristo amarrado a la columna. La revista de carácter costumbrista Estampa dedicó un artículo a las prácticas supersticiosas en torno al Santo Cristo de Ambas Aguas. Estampa, obra citada, página 8.

Las estampas del Santo Cristo de Ambas Aguas o las reliquias –un trocito de tela– compradas en la ermita eran colocadas en las puertas de las casas, cuadras y corrales de ganado. Por todas las comarcas donde el santo tenía predicamento solía verse al santero o cristero llevando en una capilla portátil una pequeña imagen del Santo Cristo a la que se besaba y se echaba limosna. La imagen y el retablo fueron construidos en la capital de Soria en el año 1640. Parece ser que desde muy pronto fue objeto de estima. En 1845 Pascual Madoz habla de las ermitas de Muro de Aguas y sobre “la titulada Santo Cristo de la Columna” dice que es “efigie muy respetable y venerada”.

 


La imagen sigue siendo objeto de culto, pero a estas alturas del siglo XXI la creencia en la brujería ha desaparecido por completo. A ello ayudó en gran medida un sacerdote ilustrado de mediados del siglo pasado, don Nicasio Herce, quien se negó a leer los conjuros y limitó el culto en la ermita a las prácticas religiosas habituales.

El propio periodista redactor del artículo en la revista Estampa, Ignacio Carral, debió ser quien posó tan lucido y repeinado, para fotografiarse postrado ante el Santo Cristo, igual que la bella señorita que le acompañaba, seguramente de Enciso. La imagen real de los que acudían a conjurar sus males debía ser muy distinta. Estampa, obra citada, contraportada.
  • Carlos Muntión Hernáez (coordinador), Luis Vicente Elías Pastor y Alberto Martín, Guía de fiestas de La Rioja, Centro de investigación y animación etnográfica, Sorzano, 1988.
  • Francisco Sánchez Velasco y Nicasio Herce Ezquerro, párrocos, Notas históricas y novena al Santísimo Cristo de Ambas Aguas. Imprenta viuda de Ochoa. Logroño. 1949.
  • Javier Asensio García, “El Santo Cristo de Ambas Aguas” en Piedra de Rayo, Revista riojana de cultura popular, nº 8, 2003 (Ejemplar dedicado a la brujería en La Rioja), páginas 22-35.
  • Luis Vicente Elías Pastor, Leyendas Riojanas, Everest, León, 1990.
  • Luis Vicente Elías Pastor y Carlos Muntión Hernáez, Los Pastores de Cameros, Comunidad Autónoma de La Rioja, Logroño. 1989.