Título: La murga del Ay lerele |
Señoras y caballeros,
ahora vamos a actuar
la cuadrilla de humoristas
que van a sobresaltar
y les vamos a cantar
unos cuplés muy bonitos
y si no les gusta esto
nos la pueden refinflar.
¡Ay, leré lerelelé,
ay, leré lerelelé,
ay, leré lerelelé,
trian laralá lonlín!
Esta murga está compuesta
de estudiantes y humoristas,
todo el mundo nos conoce
de trabajar en las pistas
pero al que más se distingue
es al joven Sorolla
que hace los ejercicios
con la punta del… sombrero.
¡Ay, leré lerelelé…!
Y tenemos por vecinos
a unos recién casados
pero están los pobrecitos
de chinches apestados
y a eso de la media noche
se oye ruido en el tabique
y es que están echando polvos
para matar a los chinches.
¡Ay, leré lerelelé…!
Un ajo mascó María
y se fue al baile derecha
y nadie bailó con ella
del olor que despedía
y ahora está malhumorada
por haber mascado el ajo
y ha jurado que en su vida
ya no quiere más carajos.
¡Ay, leré lerelelé…!
Y a una casa de niñas
fuimos todos muy contentos
y al que tocaba el bajo
se le perdió el instrumento,
nos pusimos a buscarlo
renegando del demonio
y lo tenía una niña
escondido en el… refajo.
¡Ay, leré lerelelé…!
De los chóferes de Cascorro
nos vamos ahora a ocupar
cuando cogen a una tonta
la saben aprovechar
ponen en marcha un botón
y gastan la gasolina
solamente por el gusto
de meterle la bencina.
¡Ay, leré lerelelé…!
Se trata de una canción de bajísimo nivel poético, solo destacable por la doblez de sus rimas que el cantante deja suspendidas por un instante. Este tipo de letras y de tonadillas eran muy frecuentes en la España anterior a la guerra civil, sobre todo en tiempos de carnaval. Esteban la cantaba en la guerra, con un humor casi imposible, recordando el tiempo que estuvo arrestado barriendo las calles de un pueblo de Cáceres, junto al cabo Resa, un genial y gracioso compañero de fatigas.