Riojarchivo

 

Título: La rula de las vacas y de las cabras
Clasificación: Testimonios etnográficos
Localidad: Santa Marina
Informante: Marino Domínguez García (14-10-1934)
Recopiladores: Helena Ortiz Viana y Javier Asensio García
Lugar y fecha de recogida: Santa Marina, 9 de septiembre de 2025

 
En el dialecto riojano se ha colado otra vieja palabra de origen francés, la rula, de rular. Ruler en el idioma del país vecino es rodar, de tal forma que la rula de Santa Marina es equivalente a la rueda. Porque lo que practicaban los vecinos de esta aldea alta del Jubera era una rueda, un turno rotatorio para las faenas comunales de sacar a pastar a las vacas, por un lado, y a las cabras, por otro. El gesto que Marino hace continuamente cuando nos habla del orden de la rula es siempre en sentido contrario a las agujas del reloj. Para que nos hagamos una breve idea, si nos ponemos en el centro de Santa Marina, el vecino que termina su turno de sacar las vacas le pasa la rula al vecino de la izquierda.

El número de días que cada vecino tenía que sacar el ganado dependía del número de reses que tuviera. Por cada vaca un día, de tal manera que un vecino con ocho vacas tenía que sacar las de todo el pueblo durante ocho días, después le pasaba la rula al vecino y si este tenía tres vacas las había de sacar tres días. Marino recuerda los tiempos en los que la vacada de Santa Marina se componía de sesenta vacas y por eso comenta que después de terminar esa labor comunitaria había que esperar sesenta días «hasta que te volviese otra vez la rula».

En el caso de las cabras la medida era un día de pasto por cada diez animales. Así, a quien tenía 40 cabras le tocaba sacar la cabrada de los vecinos cuatro días.

Hablando del dicho que hemos recogido en San Vicente de Robres «A mí no me despierta ni la vacada de Santa Marina», Marino nos cuenta que el pinar de Robres era terreno «malcomunado» (mancomunado) y que en esos terrenos podían «comer» (pastar) de día para regresar a Santa Marina a «dormir» de noche.

La antigüedad de la rula y de los pastos mancomunados en estas aldeas apartadas del alto valle del Jubera es algo que se pierde en la noche de los tiempos, podemos hablar de siglos y a buen seguro que hace un milenio ya regían estas normas. Marino es uno de los últimos testigos de estos usos ancestrales.

Bibliografía:

  • William Kavanagh, «Identidad y mundo exterior entre los habitantes de un pueblo serrano», en Luis Díaz Viana (coordinador), Etnología y folklore en Castilla y León, Junta de Castilla y León, Salamanca, 1986, páginas 41-47.
  • Francisco Cánovas Caceo, Como el roble, edición del autor, Madrid, 1998.