Título: El Conde Niño XVII |
Madrugaba el conde, madre, la mañana de San Juan
a darle agua a su caballo a las orillas del mar.
Mientras que el caballo bebe Marcelino echa un cantar
y las aves que le oían se paraban a escuchar.
La reina en su palacio oyéndolo todo está.
–Mira, hija, qué bien canta la sirenita del mar.
–No, madre, no es la sirena porque no sabe cantar
que es el hijo de vizconde tras de mis amores va.
–Si eso lo supiera, hija, lo mandaría matar.
–Si a él mandas matar, madre, a mí me mande a enterrar–.
Entran guardias al palacio y guardias a la ciudad
y los tunos de los guardias cien puñaladas le dan
otras tantas al caballo echan bridas a la mar.
La princesa se ha enterado y a casa su tío va
y le dice: –Tío mío, un favor me va usté a dar
tengo los amores muertos en las orillas del mar
y quisiera, tío mío, lo mandaría enterrar.
–Si eso sólo pides, hija, concedido lo tendrás–.
Ya van a por el cadáver ya lo llevan a enterrar
al pasar por el palacio un grito paró a escuchar.
–¡Antes de los ocho días a tu lado me tendrás!–.
Pasa uno y pasan dos la princesa enferma está
pasan tres y pasan cuatro la princesa grave está
pasan cinco y pasan seis ya la van a confesar
pasan siete y pasan ocho la princesa muerta está.
Ella, como hija de reina, la entierran en pie de altar
y él, como hijo de vizconde, tres pasitos más atrás
en la tumba de la niña ha florecido un rosal
con un letrero que dice a los ciegos vista dar.
La reina que se ha enterado a curarse ha ido allá.
–Ermita, si me curases, un favor te voy a dar–.
Y la ermita le contesta con mucha serenidad.
–Se querían dos amantes no los dejastes casar
y ahora vienes que te cure tuerta y ciega quedarás–.
En la tumba de vizconde ha florecido un rosal
con un letrero que dice la culpa es de su mamá.
La reina que se ha enterado lo ha mandado recortar
cuanto más lo recortaban más florecía el rosal.
De nuevo nos encontramos con otra magnífica versión del Conde Niño. Este romance goza en nuestra tierra de una tradición venerable y unas variantes de gran nivel poético. En este caso el romance se contamina con otro, el de La enamorada de un muerto: después de que la reina manda matar al vizconde la chica va a contarle las penas a su tío y sigue enamorada del fallecido hasta que ella misma muere.
Hemos identificado una similitud de melodía y de letra con otras versiones cercanas geográficamente, en Lagunilla de Jubera y en Avellaneda de Cameros que está en el mismo valle del río Leza. Véase El Conde Niño X y El Conde Niño XV.
Bibliografía:
- Javier Asensio García, Romancero general de La Rioja, Piedra de Rayo, Logroño, 2008.
- Diego Catalán Menéndez-Pidal, Por campos del romancero: Estudios sobre la tradición oral moderna, Gredos, Madrid, 1970.