Título: El corro de la gitanilla II + El lindango |
A este corro, caballeros,
a este corro entonad,
que al son de la guitarra
la gitana va a bailar.
A la gitanilla nacida Sevilla
que canta y que baila
con mucho primor,
con los zapatitos calaos y bonitos
a la media vuelta te la bailo yo.
Al lindingo, al lindingo, al lindango,
las cerezas se cogen del mango
y los higos, los higos, los higos
a la media vuelta se quedan colgando
y las brevas, las brevas, las brevas
y las brevas ya están en la higuera.
Este baile tradicional de mozos y mozas, sobre todo chicas, se desarrolla como uno de tantos corros en los que los de alrededor cantan y una persona en el medio baila y en un acto de galanteo invita a salir a otra persona para bailar en pareja, éste se queda solo y busca un nuevo compañero de baile.
Se cantan dos canciones, la de la gitanilla nacida en Sevilla y el lindango. El baile tiene cierta presencia en La Rioja donde lo hemos recogido en Calahorra, Daroca de Rioja, Ledesma de la Cogolla, Neila, Trevijano de Cameros, Villarroya y en este caso Alcanadre. Esta grabación es la mejor explicada gracias al arte y expresividad de Rocío y es una buena lección para aprender a bailarlo.
El baile del lindango es conocido en Cudillero (Asturias) y en varias localidades de Castilla la Vieja y Aragón. Goza de una notable antigüedad, en el siglo XVII se publicó un baile llamado El baile de la pastoral que incluye una canción en la que se alternan coplas creadas para la ocasión y un estribillo que es el antecedente de nuestro lindango. Todos le preguntan a Gregorio qué quiere que hagan y éste les responde:
«Que cantemos
unas coprillas que anoche
oí cantar en la aldea
deiso de chíquilis móquilis,
ringo rangos, garatusas,
que los demonios componen;
es, pónganse en los puestos.
TODOS. Vaya de baile.
GREGORIO. Pues toquen.
En mujeres firmeza,
y en hombre dicha,
chiqui chique, morena, hola ao,
son dos cosas que faltan
en esta vida,
con el dingo londango,
verdad es lo que digo,
no hay que dudarlo.
MUJ. 1ª. No hay hombre que no diga
muero de amores;
chiqui, chiqui, moreno, hola ao,
mas si no dan dineros,
fuego en los hombres,
con el dígolo, dángolo,
verdad es lo que digo
no hay que dudarlo.
GREGORIO. No hay mujer que no diga
de amores muero;
chiqui, chique, morena, hola, ao,
pero no por su amante,
por su dinero;
con el dingo, londángolo,
verdad es lo que digo
no hay que dudarlo.»
(Emilio Cotarelo y Mori (1911), <em>Colección de Entremeses, Loas, Bailes, Jácaras y Mojigangas desde fines del siglo XVI a mediados del XVIII</em>, tomo 1, vol., Casa editorial Bailly Bailliére, Madrid, página 473)