Título: Jota de los gaiteros de Yanguas |
Muy a comienzos del siglo XX en la villa soriana de Yanguas empezó a destacar un gaitero llamado Félix Palacios Zabalza (1887-1974), tocaba una dulzaina metálica que compró en casa Erviti de Logroño. Cuando se casó y tuvo hijos inculcó el amor por la música a sus vástagos. Pedro, Valentín, Fortunato y Esteban le acompañaban por los pueblos tocando la gaita, el clarinete y el redoblante.
Durante buena parte de la primera mitad del siglo XX los gaiteros de Yanguas -como así eran conocidos- recorrieron multitud de veces los caminos del Valle del Cidacos, del Linares y de los Cameros Nuevo y Viejo para acudir a las fiestas de los pueblos y animar los bailes con su presencia y sus tonadas.
Cuando llegaban a Cornago para las fiestas de San Blas tocaban un pasacalles según asomaban por un término llamado El Regadío. Allí les esperaban los mozos del pueblo quienes al compás de la melodía cantaban:
La gaita va a venir,
por el Regadío va a bajar,
las mocitas del Cerrillo
ya se pueden preparar.
A Grávalos acudieron durante casi cincuenta años para tocar en su ciclo navideño la conocida misa de pastores, las albadas y los brindis. Tantos decenios de presencia de los gaiteros dejaron un recuerdo imperecedero en la villa de Grávalos.
También tocaban en las fiestas de su pueblo natal. El día de San Juan se corría el rosco en Yanguas, celebración a ritmo de gaita y tambor que la describió muy bien un antiguo cronista de la villa:
«La corrida de roscas que se verifica el día de la fiesta. Los mozos la inician con la colocación del Mayo, árbol gigantesco que sirve de cucaña, en cuya copa colocan o un gallo u objeto apetecible de fina repostería, que se disputan los más hábiles trepadores; y con la preparación del Ramo. Es incumbencia de las jóvenes su ornamentación, con pañuelos de seda, cintas y rosquillas que, con los roscos que éstas regalan a aquellos -correspondencia a sus galanterías durante el año- premian en pequeñas porciones a los más notables corredores. El mozo del ramo, que es el decano de la juventud, lo lleva en procesión, a modo de señera representación de fe, alegría y esperanza juveniles, y preside, asimismo, como juez y decisor la corrida, que se verifica al compás de antigua y típica marcha, ejecutada con gaita y tamboril.»
(Luis Camporredondo, Recuerdo de Yanguas (Soria), Imprenta Moderna, Logroño, 1934, reedición en Madrid, 1988, páginas 82 y 83).
Los hombres de las tierras altas de Soria tenían una querencia natural hacia el Camero Viejo. En la tierra soriana sobraban hombres y en Cameros faltaban. Así que los caminos de herradura que cruzaban el hayedo de Santiago o Monterreal se veían surcados por mozos en busca de su novia y por aquello de que las fiestas era el tiempo propicio del galanteo, coincidían por los caminos con los gaiteros de Yanguas que iban y volvían de ese rosario de pueblos altos bañados por el río Leza.
También tomaban el camino del río Cidacos abajo, hacia las fiestas de Enciso y Munilla y algunos años a las de Arnedo y Quel.
En los años cincuenta y sesenta del siglo pasado los pueblos transitados por estos músicos fueron despoblándose. Ellos también se vieron arrastrados por la misma corriente migratoria y terminaron en Barcelona y Madrid. Pese a que cambiaron de vida y ya no se dedicaron profesionalmente a la música no dejaron de dar gusta a esa afición. Pedro y Valentín se vincularon con el Centro Soriano de Barcelona y organizaron una orquestilla.
Pedro Palacios conservó las partituras familiares y gracias a su generosidad y a nuestro interés pudimos hacernos una copia. El repertorio de estos músicos era muy amplio y tenían por costumbre algo que era habitual en la época: terminar los conciertos con una jota, siempre la misma, la conocida como jota de los gaiteros de Yanguas y que es la que una mañana de junio del año 2001 nos tocaron Pedro con su clarinete y Valentín a la caja en el Centro Soriano de Barcelona.
Bibliografía
- Kurt Schindler, Música y Poesía Popular de España y Portugal, Diputación de Salamanca, 1991, Primera edición en inglés, Nueva York, 1941.
Kurt Schindler entrevistó a Félix Palacios Zabalza el 18 de agosto de 1930 y recogió de él varias tonadillas de gaita y algunas canciones de tradición oral. Figuran en la obra citada.