La Virgen se vistió pobre      y a una puerta se acercó
a pedir una limosna      a casa de un labrador.
–Una limosnita      me dé usted, por Dios–.
Subió el criado arriba      y le dice a su señor:
–Abajo hay una pobre      limosna pide por Dios.
–Pues dile que se vaya      que no quiero dar
menos a los pobres      quiero remediar.
–Si a los pobres no remedias      castigo tendrás de Dios
tú tendrás un premio      que yo te daré–.
La Virgen del Carmen      quedó en la pared.
Y a la postura del sol      se formó una tempestad
de rayos y de centellas      y el pueblo puso a temblar.
Toda la riqueza      de aquel labrador
se convirtió en fuego      y nada quedó.

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• Javier Asensio García, Romancero general de La Rioja, Piedra de Rayo, Logroño, 2008.