Título: Calabazas en la noche de las ánimas en Cornago |
De América nos llegan modas que los europeos las llevamos allí, entre ellas la noche de Halloween estadounidense y la fiesta de los muertos de México. Fueron los europeos quienes llevamos esas fiestas al nuevo continente y ahora vuelven en apariencia como novedad. Pero resulta que aquí en España esas costumbres ya existían y en algunos casos han perdurado en el tiempo y han sobrevivido a la llegada de Halloween con su ‘Truco o trato’ y esos disfraces de brujas con gorro puntiagudo que, esto no, no existía en España.
Las costumbres de la noche de las ánimas, la que va del 1 de noviembre (fiesta de Todos los Santos) al día 2 (Conmemoración de los fieles difuntos), están arraigadas en el cristianismo europeo al menos desde comienzos del siglo IX cuando la Iglesia instituyó la fiesta de Todos los Santos. No está claro que el nombre gaélico de Samain para referirse a la fiesta sea precristiano.
Las costumbres más extendidas en España se relacionaban con el culto a las ánimas del purgatorio. En el antiguo régimen era habitual que un animero recorriese las calles de los pueblos haciendo tocar una campanilla por las ánimas, a la vez que rezaba o cantaba alguna oración. En la noche de las ánimas se tocaban las campanas a muerto; en la sierra riojana eran los mozos los encargados de hacerlo y aprovechaban la ocasión para cenar en el campanario o en la iglesia.
En la tarde del día 1 los niños, con la ayuda de sus padres y abuelos, cogían calabazas del campo, remolachas o pepinos grandes, los vaciaban, abrían comisuras de los ojos y la boca e introducían una vela encendida en su interior. Iban por las calles oscuras y silenciosas con la sola iluminación de estas calaveras creando un ambiente tétrico. Se supone que estas calaveras eran ánimas perdidas que habían salido del camposanto y por ello las conducían hasta el cementerio, donde generalmente las dejaban. En Cornago les cantaban lo siguiente:
–Ánimas del purgatorio,
¿dónde vais con tanta pena?
–Al corral del tío Coloco
a coger las peras buenas
y las malas a dejarlas
debajito de la cama.