Riojarchivo

 

Título: La noble porquera
Clasificación: Romancero
Localidad: Villamediana de Iregua
Informante: Ovidia Luezas Lapuente (30-6-1920)
Recopilador: Javier Asensio García
Lugar y fecha de recogida: Logroño, 16 de julio de 2001
Catalogación: IGRH 0148
OTIT: La dama pastora

 

«En las serranías     hay un caballero
con muchas haciendas     y poco dinero.

Y este hombre se casó con una señorita muy fina, muy elegante, y se la presentó a la madre y a la hermana, pero a los pocos días lo mandaron soldao, entonces eran milis de siete años o más y les dice:

–Te digo a ti, madre,     te digo a ti, hermana
me la cuidarán     como hija de casa.
–Bien cuidada, hijo,     bien cuidada vaya
bien la cuidaremos     como hija de casa–.
Y a los cuatro días     la suegra le manda
que coja el barril     y vaya a por agua.
La pobre señora     no está acostumbrada
sus ojos son fuentes     deshechos en lágrimas.
A los ocho días     la suegra le manda
que coja el palito     y al rebaño vaya.
La pobre señora     no está acostumbrada
sus ojos son fuentes     deshechos en lágrimas.

Y así se pasaron siete años. Y un día que iba la pastora con sus ovejitas apareció un señor y le dijo:

–Déme la pastora     un poquito queso
que el caballerito     quiere comer eso.
–No puedo servirle     noble caballero
porque hace siete años     que yo no lo pruebo.
–Déme la pastora     un poquito pan
el caballerito     quie desayunar.
–No puedo servirle     noble caballero
porque hace siete años     que yo no lo pruebo.

Así se quedó la cosa y por la noche este señor se presentó en casa de la suegra y le dijo:
–Soy amigo de don Güeso, vengo a hacerles una visita.

–¡Hombre!

Tan contentas la madre y la hija. Llegó la cena, la pobre pastorcita vino del rebaño pues, claro, hecha un cuadro, la sentaron allá en el umbral de la cocina, donde tenían un fogón y comían allí y puso una cena, una opípara cena, claro, era el amigo de su hijo, y él cogía los trozos y sin tocarlos se los echaba a ella, que no estaba en la mesa, por supuesto, y ella los cogía con una avidez, con una cosa, se los comía, y él veía, claro, que estaba muerta de hambre, no comía ni pan ni queso, pues qué comía, agua y leche de las ovejas, con que cogía otro trozo y se lo echaba, hacía como que se lo iba a comer y todo a ella, todo a ella. Aquella noche se dio una buena cena. Terminaron de cenar y dice la madre:

–Bueno, que vaya a alumbrarle mi hija.

–Yo quiero que me alumbre la mujer de mi amigo.

–Bueno, pues lo que usted diga–.

Con que va con el candilito en la mano al primer peldaño de la escalera, y que no subía y dice:

–Suba la pastora     un poquito más
el caballerito     no va a desnudar–.

Y va y subía otro peldaño y seguía con la canción. Y ya cuando llegó al último ya dijo:

–Ven aquí, que soy tu marido.

–¡Qué dice, desgraciao, mi marido!

–Sí, soy tu marido. Tú, ¿no recuerdas algo de mí?

–Recuerdo que tenías un lunar en el hombro izquierdo–.

Y le miró y, efectivamente, allá estaba el lunar y se da cuenta que sí, que era su marido. Y ella empieza a llorar y le dice:

–No llores que todo se acabó, ahora ya has terminao de sufrir–.

Y se fueron a la cama, eran marido y mujer y, claro, se fueron a la cama. Y a la mañana siguiente la madre le dice a la hija:

–Oye, pues que no ha bajao–.

Y la llama:

–Salga la pastora     del dulce dormir
que las ovejitas     al campo quien ir
y la luz del día     ya quiere salir.
–Vaya usted, mi suegra,     vaya usté a cuidarlas
que yo con don Güeso     me estoy en la cama.

Le dice la hija a la madre: –¡Ha dicho don Güeso! Llámala otra vez–.

–Salga la pastora     del dulce dormir
y la luz del día     ya quiere salir
que las ovejitas     al campo quien ir.
–Vaya usted, mi suegra,     vaya usté a cuidarlas
que yo con don Güeso     me estoy en la cama.

Y le dice don Güeso a su mujer:

–¿Qué quieres que hagamos con mi madre y con mi hermana?

–No, no les hagas nada, que vivan pa que sufran como he sufrido yo–.

Y les dice (a su madre y a su hermana):

–Pues os voy a tener otros siete años con pan y agua, como la habéis tenido a ella–.

Y, claro, no lo cumpliría, pero ya desde entonces vivieron felices y comieron perdices. Este me lo contaba mi madre, que tenía una voz muy dulce.»

Esta vieja canción narrativa tiene su origen en Francia y es conocida en España en dos áreas muy concretas: Cataluña y la zona montañosa de Cantabria, Burgos y Palencia. ¿Cómo aparece aquí en La Rioja? Esta rareza solo se explica como una supervivencia de otros tiempos en los que la canción estuvo más extendida y nuestra zona haría de puente entre las regiones citadas. Los más viejos romances que Ovidia recuerda provenían de su abuela, oriunda de Rabanera de Cameros.

Bibliografía:

  • Javier Asensio García, Romancero general de La Rioja, Piedra de Rayo, Logroño, 2008.
  • Ignacio Ceballos Viro, «Las formas de trabajo femenino y su representación en el romance de La noble porquera», en Revista de Dialectología y Tradiciones Populares, 67:2, 2012, páginas 499-514.