Riojarchivo

 

Título: Vistiendo al danzador con traje de gala
Clasificación: Danzas procesionales
Localidad: San Asensio
Informantes: David Hernando Orbea Tartera (18-2-1995) y David Sodupe Tobía Titis (17-1-1995); David Hernando Aldana, Ana María Orbea Treviño.
Recopiladores: Javier Asensio García y Helena Ortiz Viana
Lugar y fecha de recogida: San Asensio, 4 de septiembre de 2022

 
El primer domingo de septiembre los danzadores de San Asensio se quitan el traje blanco con el que han danzado la víspera y el domingo por la mañana y, para mejor honrar a la Virgen de Davalillo el día grande en que la sacan en procesión, se visten previamente de gala o de sayuela. Se llama vestir de sayuela por motivo de que ese día se ponen la saya o falda corta.

La operación de vestirse comienza por colocarse las medias de garbancillo tejidas con mucho primor a ganchillo por las pocas mujeres que quedan en San Asensio conocedoras de esa técnica. Le sigue la colocación de las alpargatas de hiladillo en cuyos adornos se han esmerado las madres de los danzadores. Las manos de las mujeres de San Asensio están detrás de los trajes de todos los danzadores, tanto los días que danzan de blanco como los que lo hacen de sayuela. Todas las piezas están arregladas y limpias para la ocasión como si fueran de estreno. Las alpargatas de esparto son necesariamente nuevas pues después de un día de trote dancístico quedan deshilachadas, sueltas y deslucidas para su uso posterior.

La operación continúa colocando el calzón; encima del calzón la sayuela de color; después la faja bien ajustada en la cintura, luego la camisa blanca; por encima de la camisa dos cintas de color cruzadas; en cada codo unas codilleras que son pequeñas escarapelas, igual que las rodilleras. Los danzadores se colocan sobre los hombros un mantón con dibujos bordados de flores o un mantón de Manila a modo de pañuelo de talle. Los giros, saltos y rápidos movimientos de los danzadores durante sus mudanzas harán que el mantón se mueva con gran vistosidad, aumentada por el vuelo de los largos flecos. Por último, un pañuelo anudado en la cabeza. Imperdibles y broches de filigrana ayudan a sujetar las piezas.

 

 

El padre del danzador, que también fue danzador, ayuda a vestir a su hijo. La madre, atenta a todos los detalles, da las últimas pinceladas a su obra de arte.

 

 

Bibliografía:

  • José Antonio Quijera Pérez, Danzas tradicionales de La Rioja, I.E.R., Logroño, 1992.
  • Varios Autores, La danza riojana. Historia, sociedad y límites geográficos, Espiral Folk, Alberite, 2001.